Cinco formas de prevenir un abuso

La experta en crianza Claudia Guimaré, nos cuenta cómo debemos hablar y tratar el tema del abuso sexual con nuestros hijos.

Hace unos días le escribí al pediatra de mi hija para hacerle una consulta sobre la dosis de un medicamento. Me respondió que me escribía más tarde porque estaba en el juzgado declarando en un caso de abuso sexual de un paciente suyo.

Los padres prevemos que se pueden enfermar, que se pueden caer, que se pueden lastimar, y vamos por la vida adelantando posibles situaciones de riesgo en nuestra mente, para prevenir su ocurrencia, para alertar a nuestros hijos sobre ellas, para enseñarles a cuidarse y sobre todo, para intentar evitarlas a tiempo. Pero hay un peligro del que no solemos hablar: el abuso sexual

El mensaje fue como una cachetada y no pude evitar pensar que ese paciente bien podía haber sido el niño que entró antes que nosotros a consulta la última vez que lo visitamos en la clínica, o la nena que jugó con mi hija en la salita de espera, o el que nos cruzamos en la puerta.

Los padres solemos estar extremadamente pendientes de nuestros hijos, a veces hasta de más. Prevemos que se pueden enfermar, que se pueden caer, que se pueden lastimar, y vamos por la vida adelantando posibles situaciones de riesgo en nuestra mente, para prevenir su ocurrencia, para alertar a nuestros hijos sobre ellas, para enseñarles a cuidarse y sobre todo, para intentar evitarlas a tiempo.

Pero hay un peligro del que no solemos hablar: el abuso sexual. Claro que “se habla” de abuso y claro que sabemos que existe. ¿Pero alguna vez imaginamos que realmente les puede pasar a nuestros hijos algo de esto? ¿Y si lo hacemos, hablamos con nuestros hijos para alertarlos, para prepararlos ante posibles situaciones del estilo, acorde a la edad que tengan y por ende a la capacidad de procesar la información necesaria? ¿Concebimos el abuso como un riesgo tan probable como una fractura de un hueso?

Quizá es porque es tan pavorosa la idea, que no podemos ni siquiera pensarlo o quizá es simplemente porque pensamos que a nosotros no nos va a pasar. Sin embargo, Unicef estima que 1 de cada 13 chicos y 1 de cada 5 chicas son abusados sexualmente, una cifra que nos estremece a todos y suena incluso hasta descabellada puesto que implica que aunque no lo sepamos, conocemos a muchas personas que han sido abusadas en su infancia y quizá también a muchos niños que lo están siendo en este mismo momento.

Pero lo que es aún peor es que más del 80% de las situaciones de abuso se dan con personas conocidas, cercanas al niño, muchas veces dentro del círculo familiar, alguien a quien el chico conocía, estimaba y en quien confiaba plenamente, lo cual facilita que los niños confundan malas y buenas intenciones, se avergüencen de lo que suceda y permitan que el abusador los convenza de guardar el secreto.

Por ello, la “sacralización” de la familia puede terminar convirtiéndose en un punto ciego que nos impida ver que no por ser parientes, todos nos aman y nos respetan. No se trata de infundir paranoia respecto a todos quienes nos rodean sino de que le expliquemos a nuestros hijos el respeto que merecen de todos, parientes, amigos de papá y mamá, padres y madres de amigos de ellos, vecinos, etc, y asegurarnos de que lo entiendan con ejemplos de situaciones que puedan enfrentar en el trato cotidiano. Y de que todos deben tratarlos con el debido respeto, explicándoles claramente qué implica esto.

Los niños necesitan entender qué es el amor bien intencionado y qué demostraciones de amor son aceptables y cuáles en cambio, inapropiadas, teniendo en ese caso todo el derecho del mundo a rechazarlas, sin importar la cercanía o confianza que tengan con la persona en cuestión, porque si te quieren bien no te incomodan, y si te incomodan, tienes todo el derecho a plantarte y decirles basta y tendrán todo nuestro apoyo y nuestra total confianza.

¿Qué podemos hacer los padres para prevenir situaciones de esta índole y brindarles herramientas a nuestros hijos para que puedan protegerse?

Fomenta el diálogo

Una de las principales razones por las que los niños y niñas callan a veces durante años ante situaciones de abuso que están viviendo es porque piensan que no les van a creer o que van a ocasionar un serio problema dentro del hogar entre sus padres y el abusador. Por ello, es fundamental que siempre, desde la más tierna infancia propiciemos un diálogo abierto y sincero en especial sobre aquellos temas que nos dejan más vulnerables, ya sea sobre cuestiones afectivas pero sobre todo y muy especialmente sobre la sexualidad por difícil que se nos haga si no hemos tenido una crianza en la cual hayamos podido charlar francamente sobre estos temas con nuestros propios padres. Si un niño siente que en su casa es escuchado y que no existen temas tabú con sus padres, si siente que siempre le creen y no ponen en duda sus dichos o sus intenciones, es mucho más probable que se anime a abrirse a sus seres queridos y pida ayuda

No los obligues a dar besos y abrazos

Muchas veces vemos mamás o papás que se sienten incómodos o avergonzados si sus hijos no quieren saludar afectuosamente a amigos de ellos, incluso cuando estos no los conocen y les insisten en que salude y se preste a recibir besos y abrazos que no desea.

Si lo que queremos es que nuestro hijo sea educado y cortés, podemos enseñarle a saludar siempre pero de la forma en que se sienta a gusto. Y si esta forma es tan sólo sonreí o hacer adiós con la mano, estará bien. De esta forma crecerán teniendo clarísimo que no tienen por qué sentirse incómodos “por cumplido” con los adultos y que nadie, empezando por sus propios padres, les forzarán a soportarlo e incorporarán de forma espontánea el que sólo ellos mandan sobre su cuerpo y sobre las demostraciones de afecto que quieran desplegar con otros.

En lugar de ello, enséñale a poner límites con su cuerpo desde cuestiones simples como por ejemplo, en el juego físico, respetarle si por ejemplo en una “lucha de cosquillas” y nos dice “basta” y enseñándole a que se plante de ese modo siempre que así lo quiera frente a otros, ya sean amigos de su edad o especialmente adultos. La asertividad, es decir, la capacidad de demarcar claramente aquello que queremos de lo que no, es una cualidad importantísima para nuestro sano desarrollo emocional futuro, y como todo, si no se aprende desde la más tierna infancia, es mucho más complicado desarrollarla de grande.

Enséñale sobre su cuerpo sin usar eufemismos

Cuando mi hija tenía 3 años, en medio de un supermercado, me dijo a todo pulmón “¿Mamá, por qué siempre dices listo el pollo pelada la vagina?” Se refería al refrán “listo el pollo, pelada la gallina” que me había escuchado decir más de una vez.

Cuando le conté la anécdota a una conocida, me dijo “imagino tu vergüenza de que la gente se preguntara por qué una niña tan pequeña supiera lo que es la vagina!”. Mi sorpresa fue tal que no pude evitar contestarle que la vagina era como el ojo o el ombligo. Una parte del cuerpo que no tenía por qué ser innombrable sencillamente porque no hay por qué avergonzarse de tener una y porque no es una mala palabra sino su verdadero nombre!!

El primer paso para cuidar nuestro cuerpo es conocerlo y si desde chicos les mostramos a los niños que no hay nada de qué avergonzarse sobre su cuerpo, es mucho más factible que estén abiertos a contarnos situaciones incómodas que tengan que ver con sus partes íntimas, así como también a no callárselas por ser temas escabrosos o difíciles como para conversar con papá y mamá.

La artista gráfica peruana, Alesia Lund Paz, autora de la página de Facebook EMMA Y YO, acaba de lanzar su primer libro para educación sexual en casa, llamado LAS COSAS POR SU NOMBRE, que puede conseguirse en formato digital online, donde justamente aborda este tema sin tapujos y de manera amena y punzante. Muy recomendable para lectura de padres y madres.

Promueve y respeta su intimidad

Una vez que sepa el nombre de cada parte de su cuerpo, enséñale cuales son más íntimas que otras y que nadie, pero nadie nadie, tiene derecho a tocarlas.

Respétalo cuando quiera ir al baño sólo sin que le abras la puerta y entres como perico por tu casa para ver si todo va bien y limpiarlo, o incluso si es muy chiquito, puedes empezar por decirle “permiso, te voy a cambiar los pañales” o cuando ya tiene conciencia de pudor, no lo cambies en público. Para enseñarle la importancia de su intimidad hay que empezar nosotros mismos por respetársela.

No valides los secretos

Los chicos no aprenden de lo que les decimos sino de lo que nos ven hacer y si solemos decirles “no le digas a mamá que te compré esto” o “no le cuentes a papá que al final te di ese chocolate antes de la cena”, estamos lentamente y aunque no lo parezca, validando los secretos aunque sea en cosas pequeñas.

El problema es que para los niños pequeños puede ser muy confuso poder trazar una línea que delimite las cosas pequeñas de las grandes en este sentido, mientras que si los secretos en familia no existen, no existen nunca y punto, siendo mucho más fácil y coherente para ellos entenderlo.

Si deseas ayudarte con literatura infantil para promover la charla de estos temas con tus hijos, algunos títulos que pueden ayudarte son: Kiko y la mano, ¿De qué color son tus secretos?, Mi cuerpo es mío, Estela grita muy fuerte, Marta dice no, La asamblea de los monos, o para más grandecitos, La niña silencio.

Pero por sobre todo habla con ellos. Es la mejor forma de mantenerte cerca siempre y de que confíen en ti.

 

 

 

EMME