“Shhh que no se entere Macri!!! Facturas 4x$10; Tortillas 10x$10; Francés $20xKilo”. La pizarra escrita con tizas celestes y rosas no pasa desapercibida para los vecinos de Barrio Sur que paran, se ríen, y entran al almacén para hacer sus compras del día.
El ingenioso que diseñó su propia y efectiva estrategia de marketing criollo es Ángel Páez, un tucumano que hasta el año ‘92 se desempeñó como gerente de Casa Tía, la tienda que cerró definitivamente sus puertas en 1996. Luego de un par de incursiones en el rubro, abrió su local en Piedras al 700 y desde hace 10 años recibe a los vecinos de la zona.
“La gente me agradece cuando entran al negocio, algunos me dicen ¡qué barato! ¡qué lindo! ¡muchas gracias! ¡que Dios te bendiga!. Eso es lo máximo”, cuenta el comerciante que apuesta a la solidaridad en tiempos de bolsillos flacos. “No te olvidés que esta zona es de estudiantes, gente que viene de otro lado, que no llega con el mensual y se le complica”, analizó en base a la experiencia detrás del mostrador.
El secreto de sus precios bajos está en la fabricación propia de los artículos de panadería que genera otra fuente de trabajo además de la venta al público. En total, Ángel da trabajo a nueve personas que también aportan ideas para la pizarra. Sin embargo, él es el encargado de analizar precios, necesidades y márgenes para lanzar los combos. También de hacer menos amarga la economía con un chiste al pasar.
“Un poquito los precios son para estar atentos a lo que la gente necesita porque está con problemas económicos. Nosotros tratamos desde nuestro lugar, de manera humilde, de dar una manito a partir de lo que nosotros fabricamos”, devela el dueño del comercio y se remite al caso del «Súper Poderoso».
“Le pusimos ese nombre a un sándwich que inventamos aquí porque todos los chicos nos preguntaban: ¿qué sándwich tenés?. Entonces, pensé: ‘tengo que inventar algo’. Y así surgió el Súper Poderoso, un apretado de 30 centímetros que tiene un efecto de ocho horas, casi como un antibiótico”, se ríe con ganas su inventor.
Pero hay más: promociones de tres prepizzas por $20 que brindan un margen para llevar un poco de salsa, queso y jamón o paleta. También combos de tres gaseosas o de bidones de agua. Todo apuntado a la microeconomía familiar, la de todos los días.
«Yo trato de no volcar los aumentos que se registran casi todas las semanas porque los clientes vienen con el dinero justo. No podemos estar subiendo todos los días un pesito o dos porque la gente viene con $20 y yo no le puedo decir que el producto que busca cuesta $25 porque se quedan ‘cortos’. Entonces, tratamos de disimularlo hasta que aumenta más y recién lo trasladamos», explica Ángel mientras delega por un momento la tarea frente a la caja registradora.
“Últimamente me preguntan mucho si recibo tarjetas, eso me da la pauta de que la gente no tiene la plata en la mano, necesitan financiar. Más ahora que arrancan las clases y hay que afrontar un montón de gastos para que los chicos vayan al colegio”, sostiene siempre atento a las necesidades del mercado y a las fluctuaciones de la economía que conoce bien desde las década del 90 cuando Casa Tía fue vendida a la firma Carrefour.
Sobre las perspectivas a futuro, Ángel dice que es optimista. “Ojala que las condiciones mejoren, porque nos merecemos estar mejor, la gente está al borde del acabo. Me encantaría que esto cambie, que la economía tenga otro tipo de movimiento pero, aunque me puse anteojos, todavía no veo los cambios», evalúa.
Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde…»por ahí va la cosa”, sugiere y advierte que en su cabeza ya está dando vueltas la idea para un próximo cartel con una súper promo que haga olvidar las quejas y devuelva -aunque sea por un momento- las sonrisas.
Fuente: El Tucumano