Un lazo indestructible unía a la familia de Carolina a la provincia de Santiago del Estero. Desde que tuvo uso de razón, todos los veranos y también para ocasiones especiales, viajaba junto a sus padres a esa región del norte del país para visitar a sus parientes y pasar los meses de vacaciones junto a sus seres queridos. Fue en el festejo de los 60 años de casados de los abuelos de Pedro donde conoció a quien cree es el amor de su vida.
«Toda mi familia viajó a la gran fiesta. Y, al momento de ir saludando pariente a pariente, nos presentaron. En ese mismo instante a ambos nos pasó algo inexplicable, creo que fue un indicio de lo que con los años se convertiría en un amor apasionado pero extraño a la vez ya que con Pedro somos primos segundos. En aquel momento yo tenía tan solo 15 años y nunca se me hubiera ocurrido tener una historia con un pariente», confiesa la joven.
Recordar lo que había sentido al cruzar su mirada con aquel muchacho 13 años mayor que ella la perturbaba. Pero los años fueron pasando y el tiempo, poco a poco, se ocupó de borrar esa extraña e intensa situación que no había hecho más que llenarla de dudas. Al poco tiempo una nueva reunión familiar volvió a cruzar esta vez los caminos de Pedro y Carolina. «Nuestras charlas cada vez eran más amenas, había miradas confusas y algo que no podíamos siquiera describir pero que ninguno de los dos quería reconocer. Al año siguiente nos volvimos a ver en un cumpleaños de 15 y bailamos toda la noche», recuerda Carolina.
Pero todo formaba parte de un juego inocente que escondía sentimientos apasionados que todavía no podían revelarse. A pesar de la distancia -Carolina y su familia vivían en Buenos Aires- siempre había una excusa que la empujaba a volver a Santiago del Estero donde, sin saberlo, la esperaba una historia de amor apasionada pero tormentosa y prohibida a la vez.
Fue entonces que en 2014 el destino quiso que Carolina pasara los festejos de Año Nuevo junto a su familia y en su querida provincia del norte. Necesitaba tomar aire, estaba alejándose poco a poco de una relación de muchos años y salir a divertirse estaba entre sus planes. Fue a un boliche con amigas, bailó, se divirtió y, al salir, la esperaba Pedro. Quería confesarle su amor y mostrarle sin tapujos sus intenciones. Ella hizo lo mismo. Se subieron al auto de Pedro, él condujo hacia la ruta y allí, cuando las miradas de los otros ya no formaban parte del paisaje se besaron apasionadamente. «Esa noche fue nuestra, nunca la voy a olvidar. Veo los detalles en mi mente como si fuera hoy: recuerdo su camisa a rayas y su jean, su perfume amaderado y su mano sobre la cintura de mi vestido blanco. Nos entregamos el uno al otro completamente, nos besamos y juntos tuvimos nuestra primera vez. La química entre nosotros fue algo inexplicable. Durante esos meses hacíamos el amor todo el día, todos los días, en cualquier lugar y toda excusa era buena para poder estar juntos. Aunque luego mi cabeza se llenó de fantasmas, no podía negar ni olvidar que éramos familia», dice preocupada.
Los fantasmas existen
Pero el verano terminó y Carolina tuvo que volver a Buenos Aires. Se extrañaban con el alma. «Nos comprendíamos, nos apoyábamos, opinábamos siempre igual, cada uno tenía un ideal de vida y era en aquel momento el que queríamos llevar. En ese tiempo, acordamos encontrarnos en un punto medio entre Santiago del Estero y Buenos Aires. Agua de Oro, en la provincia de Córdoba, fue el destino que elegimos y se convirtió en nuestro lugar en el mundo», recuerda Carolina.
Pero no todo era color de rosa. Pedro decidió tomar distancia ya que estaba «confundido». Necesitaba pensar y aclarar qué sentía. Se separaron. Carolina sufrió pero esperó. Y al poco tiempo, él le imploró volver. «Pero él seguía siendo justamente él. Supongo que durante el tiempo que estuvimos separados, me fue infiel. Al poco tiempo, volvió a engañarme con una chica y esta vez me lo confesó. Pese al dolor que me produjo seguimos juntos, con una mirada distinta y más centrada en lo que cada uno quería para su vida», aclara ella. Pero el mal trago no había terminado. Producto de la infidelidad, ahora Pedro iba a ser papá. El mundo de Carolina se vino abajo. «Todo era oscuro, lloraba todo el tiempo, no podía más con tanto dolor y tristeza. Tomaba ansiolíticos hasta que el médico dijo: si no comenzás una terapia vas a terminar en una depresión profunda. Y así fue que con ayuda de una psicóloga, mis amigos que no me soltaron la mano jamás aunque no entendían nada de lo que estaba pasando y mis primos pude salir adelante», dice con dolor.
Aunque ella luchara en su interior por mantenerse alejada, había algo que siempre la llevaba a encontrarse una y otra vez con él. Un año atrás habían planeado el viaje de sus sueños juntos. El destino era Europa y allí volvió a renacer el amor. «Fue un sueño hecho realidad, siempre nos complementamos perfectamente, somos intensos en nuestros sentimientos, nos queremos, no lo podemos negar, lo perdoné, perdoné todo lo que el me había hecho. Y, mientras nuestras madres compraban o nosotros hacíamos alguna actividad, siempre había motivos para besarnos detrás de las columnas, de los carteles…y hasta en varias ciudades dormimos juntos, no podíamos aguantar lo que nos sucedía. Al llegar la noche y, en silencio, tratábamos de hacer el amor como podíamos, sin ruidos ni nada que levantara más sospechas de las que ya existían. La familia de Pedro era poco abierta a lo diferente y seguramente no aprobaban nuestra relación. Por eso hacíamos todo lo posible para mantener el secreto», dice ella.
A partir de ese viaje, la historia de Pedro y Carolina pudo abrirse paso entre las dudas y los temores. Todo marchaba sobre ruedas. Habían hecho planes para mudarse a Córdoba y formar una familia. Pero una vez más Pedro se llenó de dudas y el deber ser pesó más sobre sus hombros que aquello que le dictaba su corazón. «No puedo decirle a mis padres que dejé a una chica embarazada y que no tenemos vínculo alguno. No lo aprobarían. Lo lamento pero tuve que presentar a la mamá del bebé como mi novia. No creo que pueda continuar con lo nuestro», le dijo él a Carolina. Y con mucho dolor acordaron tomarse un tiempo. Pasó el tiempo pero el amor que tienen el uno por el otro no cambió. «Estamos para aconsejarnos, apoyarnos en cada paso de nuestras profesiones, trabajos y decisiones. Seguimos hablando todos los dias y quienes conocen nuestra historia apuestan a que podamos estar juntos algún día. Ojalá así sea».